IV premio Jordi Cebrià al mejor relato en el 25 Congreso de Entrevista Clínica y Comunicación Asistencial.
Título Estado de ánimo
Autor Ignacio Aguilar de Armas (Madrid)
Un espectro oscuro se cierne sobre mi cabeza, que no me deja reaccionar ante los estímulos agradables que me proponen desde fuera; un espectro oscuro y alargado que, como una manta pesada, me cubre tronco y extremidades y casi toda la cabeza; un espectro oscuro, alargado y pesado que me hace respirar despacio y con pesadez, muy fatigosamente.
A veces es como la sombra de un lobo, que con su único murmullo sordo me hace esconderme de miedo y congoja; no le veo los violentos ojos ni los colmillos brillantes, pero imaginarlo me paraliza.
En otros momentos es como un oso enorme y oscuro, que sin emitir ningún ruido desplaza cualquier emoción a favor del terror más absoluto.
¿Por qué? ¿Qué me pasa? ¿Por qué tanta inquietud y congoja? ¿Por qué este sentimiento tan irracional que ni siquiera con mirada, oído ni pensamiento? Algunas veces pienso que el ángel de la muerte me libraría de tanto mal y tanto sufrimiento, pero otras estoy convencido de que sería un tránsito a un purgatorio aún peor, o al vacío más absoluto, y sería volver a empezar el círculo de la desesperación y la agonía; si me asegurasen que en la otra vida me espera algo de paz,…, pero ni siquiera me aseguran el paraíso.
La palabra vértigo podría definir muy bien mi situación, como una sensación de inestabilidad, de giro, de vacío bajo mis pies, provocado por una incertidumbre grande ante el entorno y, como consecuencia última, miedo; miedo a no saber qué hacer, no saber qué decir, no saber cómo reaccionar, miedo a que todo esto me provoque más angustia,…, miedo a todo.
Los agujeros negros, según tengo entendido, son estrellas que mueren e implosionan, y generan una fuerza de gravedad tan grande e intensa que atraen, absorben y destruyen todo lo que existen en su entorno; tal vez mi estado de ánimo sea algo parecido, un agujero negro que cada vez se hace más grande y fuerte, que me hunde más y arrastra a todo mi entorno; quiero pensar que no destruye mi mente, cuerpo y espíritu, sino que me transporta a través de un agujero de gusano a un universo distinto con más luz y color.
Necesito ayuda, ayuda de todo tipo y desesperadamente, ayuda por lo menos para agarrarme a algo inicialmente y, desde ahí, ir soltando lastre; necesito compañía física, mental, verbal,…, que me sirva de guía y me aconseje, que me alivie algo este vacío y tristeza; necesito un amigo, un consejero, un compañero que camine conmigo.
El problema es que el consejero, amigo, guía, amigo,…, soy yo.
Título Estado de ánimo
Autor Ignacio Aguilar de Armas (Madrid)
Un espectro oscuro se cierne sobre mi cabeza, que no me deja reaccionar ante los estímulos agradables que me proponen desde fuera; un espectro oscuro y alargado que, como una manta pesada, me cubre tronco y extremidades y casi toda la cabeza; un espectro oscuro, alargado y pesado que me hace respirar despacio y con pesadez, muy fatigosamente.
A veces es como la sombra de un lobo, que con su único murmullo sordo me hace esconderme de miedo y congoja; no le veo los violentos ojos ni los colmillos brillantes, pero imaginarlo me paraliza.
En otros momentos es como un oso enorme y oscuro, que sin emitir ningún ruido desplaza cualquier emoción a favor del terror más absoluto.
¿Por qué? ¿Qué me pasa? ¿Por qué tanta inquietud y congoja? ¿Por qué este sentimiento tan irracional que ni siquiera con mirada, oído ni pensamiento? Algunas veces pienso que el ángel de la muerte me libraría de tanto mal y tanto sufrimiento, pero otras estoy convencido de que sería un tránsito a un purgatorio aún peor, o al vacío más absoluto, y sería volver a empezar el círculo de la desesperación y la agonía; si me asegurasen que en la otra vida me espera algo de paz,…, pero ni siquiera me aseguran el paraíso.
La palabra vértigo podría definir muy bien mi situación, como una sensación de inestabilidad, de giro, de vacío bajo mis pies, provocado por una incertidumbre grande ante el entorno y, como consecuencia última, miedo; miedo a no saber qué hacer, no saber qué decir, no saber cómo reaccionar, miedo a que todo esto me provoque más angustia,…, miedo a todo.
Los agujeros negros, según tengo entendido, son estrellas que mueren e implosionan, y generan una fuerza de gravedad tan grande e intensa que atraen, absorben y destruyen todo lo que existen en su entorno; tal vez mi estado de ánimo sea algo parecido, un agujero negro que cada vez se hace más grande y fuerte, que me hunde más y arrastra a todo mi entorno; quiero pensar que no destruye mi mente, cuerpo y espíritu, sino que me transporta a través de un agujero de gusano a un universo distinto con más luz y color.
Necesito ayuda, ayuda de todo tipo y desesperadamente, ayuda por lo menos para agarrarme a algo inicialmente y, desde ahí, ir soltando lastre; necesito compañía física, mental, verbal,…, que me sirva de guía y me aconseje, que me alivie algo este vacío y tristeza; necesito un amigo, un consejero, un compañero que camine conmigo.
El problema es que el consejero, amigo, guía, amigo,…, soy yo.